Ese fue el día, en el que teníamos que explotar, fingir o vivir. Y del azar salió la opción de explotar.
Ambos confusos ante esta palabra, decidimos olvidarnos de todo lo demás y centrarnos en explotar el mundo con nuestros gritos y voces, que aunque todo esté vacío, siempre habrá algo o alguien que nos escuche, que pueda estar orgulloso de nosotros y acompañarnos en una velada eterna la cual no acabará con el amanecer.
Y tras destruir cualquier pista que pudiera delatar todas las acciones, buenas y malas, cometidas en un paréntesis mal colocado de la vida, logramos volver a ver un amanecer entre canciones desgastadas y olvidadas.
Y esto salió del azar, que no es una coincidencia, no llueve por llover.
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